“Esto no es una escultura”

René Magritte pintó una pipa, escribiendo encima el texto «Ceci n’est pas une pipe» y titulando el cuadro «La traición de las imágenes» (1928) para recordarnos lo que él mismo nos decía: «Sólo se trata de una representación. Si hubiera escrito: Esto es una pipa, habría estado mintiendo!»

Aunque  dicho  cuadro de Magritte  parezca una pipa, sólo es la representación de ésta y, por tanto, afirmar que la representación es el objeto sería una mentira. La «mentira» es hoy en día más evidente, en un mundo cada vez más fascinado por la imaginen tecnológica y virtual que nos distancia de la realidad. Estamos cada vez menos acostumbrados al contacto directo con la obra, con la realidad tangible. A menudo el poder de la imagen digital sustituye la contemplación o percepción directa de los objetos. Parece incluso que nos produzca más placer contemplar la imagen del objeto que directamente el objeto mismo.

La «imagen», la fotografía, cuando sirve para reproducir y representarnos la realidad, es sólo un intento de aproximación gráfica a ésta y a menudo tiene una intencionalidad muy concreta: la de intentar interpretar la realidad. A menudo, desde un solo punto de vista.

Por el contrario, la escultura es realidad tridimensional sólida y expresa voluntad de intervención en el espacio. Más allá de lo que pueda representar o comunicar, se articula en su relación con el espacio. Lo son también, sin duda, las artes o los objetos cotidianos que tienen como característica común el haber sido creados para intervenir en el espacio.

En la contemplación directa de una escultura, el espectador privilegiado fija instintivamente su atención en la materialidad y objetualidad de la obra física. No es su imagen, ni el concepto ,ni la idea de la obra el objetivo prioritario, sino su materialización particular y la experiencia sensorial que provoca en el espectador.

Necesariamente, la bidimensionalidad de las imágenes y el marco de la pantalla de un ordenador, reducen, enojosamente, las posibilidades de la experiencia de contemplación de la obra en directo. Aunque es cierto que las puede indicar, dejando al espectador la libertad de intuir los perfiles y los volúmenes de la obra.

El escultor Angel Ferrant, poniéndonos un ejemplo, nos decía en un texto (1957): «La chica que ensaya su peinado delante del espejo, está haciendo escultura …» La escultura, en cierto modo, ya está por tanto también intrínsecamente ligada a nuestra vida cotidiana de forma involuntaria, instintiva.

Es así como yo entiendo también la Escultura. Sea ésta una obra de arte o no. Es  la que además de contemplar en directo, podemos tocar, sentir o acariciar, estableciendo un contacto físico, sensual o intelectual. Nos puede cuestionar o dejarnos indiferentes, pero es intrínsecamente, una realidad corpórea existente. Podemos girar a su alrededor o puede hacer cambiar nuestra percepción de la realidad. Pero es sobre todo, el Arte que nos transmite unas sensaciones corpóreas que poco a poco, deslumbrados por las imágenes y por los medios audiovisuales que nos rodean, hemos ido olvidando y sustituyendo por sucedáneos de la realidad: una realidad virtual.

Así pues, consciente de que «las apariencias engañan» pido perdón por haber caído en el error de mostrarles aquí mis obras con imágenes. Nada puede sustituir la experiencia de su contemplación en directo.

«Esto no es una escultura», sería el título más adecuado para poner debajo  de cada «imagen» de las obras que podrán ver en mi web. Puede parecer una paradoja , un contrasentido, pero es, quizás, el título que más procede. El más ajustado a la Realidad.

Pascal Plasencia
Marzo 2014